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Preface

Con el presente volumen (6º de la Serie Avances Neurocientíficos y Realidad Clínica) retomamos, como en el volumen II (Trastornos Esquizopsicóticos), un ejemplo de patología que demuestra las inconsistencias/incongruencias de las clasificaciones actuales. El término elegido entonces “esquizopsicótico” como en el caso del término “maniaco-depresivo” refleja la dificultad de agrupar los síntomas en síndromes y entidades unívocas.

La bipolaridad, más allá de las moléculas y átomos mismos, es consustancial al funcionamiento vivo de cualquier ser, organismo o célula. Los componentes del ser vivo se mantienen en un equilibrio oscilante, gracias a mecanismos que se ponen en marcha en reacción reguladora de feed-back, cuando cualquier sustancia, proceso, etc aumenta o disminuye por encima o debajo de niveles preestablecidos (filo)genéticamente. Estas oscilaciones fundamentan la ciclicidad de los procesos mentales, como en el caso de la ritmicidad circadiana (capítulo 9), en sincronía con relojes biológicos que interactúan con periocidades cósmicas dando lugar a todo el espectro bipolar normal y alterado. Entre las patologías en las que sobresalen estos aspectos se encuentra el trastorno bipolar, que siempre nos sorprende en su complejidad etiopatogénica y clínica y en el que destaca el contraste de sus polos sintomáticos.

La psicosis bipolar forma parte de un continuum que incluye lo esquizopsicótico, compartiendo patogenia y genes (capítulo 3 y 6) que formando constelaciones similares interactúa probablemente con ambientes espacio-temporales diferentes durante el neurodesarrollo hasta dar lugar a fenocopias que constituyen las entidades clínicas (síndromes) diferentes.

De este modo, lo bipolar es un buen exponente de las dificultades de delimitación diagnóstica que encontramos en psiquiatría: el trastorno bipolar, incluido entre los trastornos afectivos, forma parte, en sus raíces, junto con lo esquizofrénico, depresión psicótica y otras, del espectro de lo psicótico. Entender lo bipolar, el máximo y el mínimo, nos adentra en una perspectiva dimensional del enfermar que por lo menos provisionalmente, probablemente, sea la que nos permita mejor resolver algunas de las incongruencias de las clasificaciones actuales.

La indelimitación actual de los trastornos psiquiátricos, se ve, casi por definición, a lo largo de todo el espectro bipolar en los diferentes capítulos del libro. Las dificultades diagnósticas entre el yin y el yan de lo afectivo, entre lo normal y lo patológico, entre lo afectivo y lo psicótico, nos introduce en la realidad de la difícil definición de lo psiquiátrico si nos aferramos a una perspectiva categorial en la clasificación de los trastornos mentales y nos obliga a considerar una dimensión temporal y una dimensión transversal entre polos opuestos tanto para el diagnóstico como para el tratamiento (capítulos 2, 4 y 5). En relación con los tratamientos es notable que los estabilizadores del ánimo, que constituyen el tratamiento más “específico” de los trastornos, coincidan con los tratamientos utilizados en el control de la epilepsia donde las oscilaciones eléctricas neuronales rompen de manera sincrónica la ritmicidad básica interneuronal. (capítulos 2, 11, 12, 13 y 14).

Pero de nuevo, es lo genético-molecular en interacción plástica con factores ambientales, o viceversa, (lo genético sólo existe, sólo es genético, en interacción constante molecular intracelular, intercelular y psicosocial) lo que nos puede colocar en el lugar desde el que podemos comprender toda patología (psiquiátrica o no) y nos proporciona el fundamento para una conceptualización etiopatogénica de los trastornos mentales y las bases de su tratamiento (capítulos 3,6,8 y 11).

En este volumen, y en la línea insistente de los volúmenes previos, como decíamos al principio de este prólogo lo esquizopsicótico-psicóticoafectivo constituiría un espectro de bipolaridad genético-ambiental bi o multidimensional que ejemplifica la complejidad de lo psíquico (normal o patológico) que se resiste a una clasificación basada solamente en síntomas. Estas reflexiones/constataciones de nuevo plantean la necesidad de introducir un cambio conceptual en la formación teórica y práctica del psiquiatra del futuro.

Tomás Palomo
Presidente de la Fundación Cerebro y Mente
Presidente de la Comisión Nacional de Psiquiatría